Nobel de Paz, ¿un premio para marxistas mentirosos y truhanes?

Casi nadie sabe que el Premio Nobel de Paz es un galardón otorgado más por razones políticas y negocios de todo tipo, que por merecimiento real del premiado. A decir verdad, el Nobel de Paz goza de un desprestigio tal que hay quienes ya sugieren con ironía que, si a Juan Manuel Santos le dieron ese premio, también Chamberlain debería recibirlo post mortem, gracias a los pactos que hizo con Hitler y Mussolini, tan parecidos al que Santos hizo con los terroristas de las FARC.

El problema con los respetados premios Nobel de Física, Química, Ciencias Económicas, Medicina y Literatura, es que son entregados por la Academia de las Ciencias de Suecia, la Asamblea del Nobel del Instituto Karolinska -de Finlandia-, y la Academía Sueca, en tanto que el Premio Nobel de Paz es elegido por el cuestionado y politizado Comité Noruego del Nobel que, como se mencionó ya, usa el premio para satisfacer líderes políticos, concretar negocios privados e impulsar el mercadeo de las empresas a las que varios de sus miembros han representado. En realidad, el Nobel de Paz poco tiene que ver con la paz, y sí mucho con las causas de la guerra.

El Nobel de Paz ha nominado y/o premiado a personajes tan siniestros como Stalin, Mussolini, Hitler, Putin, Rigoberta Menchú, Pérez Esquivel, Jimmy Carter, Obama, Arafat. Los terroristas de las FARC alcanzaron a ser nominados junto a Juan Manuel Santos, pero los noruegos decidieron, a última hora y para presionar los acuerdos de La Habana -según dijo la misma Kullmann Five-, postular y premiar únicamente a Santos. A Mahatma Gandhi, en cambio, se lo negaron en cinco ocasiones.

El caso de Rigoberta Menchú, premiada en 1992, ha sido un escándalo monumental que los noruegos han tratado de ocultar infructuosamente. A la guatemalteca le fabricaron una sarta de mentiras para catapultarla a la fama y concederle el codiciado galardón.

El antropólogo David Stoll publicó un libro donde revela el fraude Menchú. Descubrió que el ícono de marxismo cultural, la “indígena” que logró ser cátedra obligada en Stanford, en realidad era una estafadora cuya biógrafa encargada de crear el mito fue Elizabeth Burgos Debray, la también antropóloga venezolana (esposa del comunista Regis Bray) que estuvo vinculada con los grupos terroristas marxista de Colombia y Perú. Burgos escribió, como estrategia para ganar el Nobel de Paz, “Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia”, en 1982.

David Stoll desenmascaró el montaje del Nobel y reveló que Menchú no era descendiente de una paupérrima familia maya de analfabetas cuyos vejámenes sufridos por terratenientes ricos, obligaron a Vicente, el padre de Rigoberta, a crear un movimiento campesino de resistencia llamado Comité Campesino de Unidad, organización donde la pobre y sufrida Rigoberta se convertiría en líder indígena para luego entrar a la guerrilla Guevara-Debrayista, el Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP), causando que la “salvaje” policía guatemalteca asesinara brutalmente a Vicente Menchú y luego, según la “autobiografía” la familia sobreviviente fuera obligada a ver cómo quemaban vivo al hermano de Rigoberta, para cerrar con broche de oro violando a la madre de la Nobel de Paz. Una verdadera obra que explica el origen de la violencia en nuestros pueblos. Muy marxista la cosa.

La verdad descubierta por David Stoll es que la familia Menchú no era pobre y oprimida sino al contrario, ellos eran los ricos opresores. Vicente era dueño de casi 3.000 hectáreas de tierra. Y la pelea por la tierra que Burgos describe en el libro, no fue entre la familia de Rigoberta y los “blancos opresores”, sino con otros parientes mayas de los Menchú, la familia Tum, que le disputaron a aquellos la bobadita de 150 hectáreas de productiva tierra. Tampoco es cierto que no haya podido estudiar; Vicente, de hecho, matriculó a Rigoberta en prestigiosos colegios de monjas. Por supuesto, tampoco Rigoberta tuvo hermanos que murieran de hambre ni asesinados por los militares. Su hermano Nicolás goza todavía de perfecta salud.

Menos cierto es que Rigoberta tuviera que trabajar de criada recibiendo maltrato por parte de los “blancos opresores”. La verdad es que ella tenía una vida llena de lujos y viajes en compañía de otras familias igualmente ricas de Guatemala.

Su padre, Vicente, sí fue un guerrillero comunista que murió enfrentando a la policía cuando entró a la embajada de España en Guatemala con el EGP

Juan Manuel Santos y Rigoberta Menchú

asesinando a balazos a varios rehenes. Vicente y los otros guerrilleros marxistas y los rehenes murieron debido al incendio que ellos mismos provocaron de manera accidental en la embajada. Y tampoco fue Vicente organizador de nada. Sólo fue un rico propietario que, por conveniencia, se alió con los guerrilleros castristas para combatir y apropiarse de las tierras de sus otros parientes mayas. Vicente les proporcionó lugares de reunión, víveres y dinero con la condición de que lo ayudaran a expandir sus dominios.

Descubierto el timo, Rigoberta se ha rehusado a dar declaraciones negando, incluso, que ella tuviera algo que ver con el libro de la Burgos. Sigue la Menchú tratada como diva por la prensa internacional, y se calcula que se han escrito más de 15.000 tesis de grado sobre su vida y obra (la falsa, por supuesto), y le han otorgado 14 Doctorados Honoris Causa y multimillonarios contratos como portavoz de la paz mundial.

Hay que aclarar que hoy día Elizabeth Burgos es una luchadora incansable contra el totalitarismo de los Castro y confirma que para escribir su libro fue engañada por el andamiaje marxista que preparaba la llegada de la Minchú al Nobel de Paz.

Algo parecido sucede con Pérez Esquivel, otro Nobel de Paz, quien jamás ha ocultado sus nexos con Sendero Luminoso y las FARC.

Y como cereza del ponqué, de este rosario de mentiras y montajes está el premio a Juan Manuel Santos, otro títere de Castro a quien también le montaron su propia leyenda como el gran gestor de la paz en el continente cuando no es más que un vulgar mercantilista marxista, mentiroso, traidor y sinvergüenza que se ha enriquecido fabulosamente con la desgracia de los colombianos y, tenemos la íntima convicción, con el dinero del narcotráfico de sus amigos mafiosos de las FARC.

Todos los grupos activistas de “Derechos Humanos” han respaldado a estos falsos ídolos Nobeles de Paz. Todo el aparato propagandístico de los ricos marxistas ha estado a disposición del fraude del Nobel, y todo el estamento educativo y académico se ha prestado para difundir el engaño y rendirle culto a los bribones.

Y el pobre pueblo colombiano, como siempre, es tratado como si fuera todo un montón de pendejos.

De pronto es que somos eso: nada más que un montón de pendejos.

@ricardopuentesm

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