Almagro vs. Maduro, o el día que el dictador quedó al desnudo

Tienen razón Maduro, Cabello, Padrino López y los hermanitos Rodríguez al declarar al Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luís Almagro, como el enemigo público internacional número uno de la dictadura que, de manera casi impune, venía perpetrando crímenes, desde hace 17 años, contra Venezuela y su pueblo.

Pero quién podría imaginar que esta dictadura, un día -y por razones que podrían atribuirse, desde la caída de los precios del petróleo, hasta el coraje democrático indoblegable de Almagro, pasando por el pillaje puro y simple de Maduro-, quedaría al descubierto, sin máscaras, como Chávez la trajo al mundo, y envuelta en una trama atroz de hipocresías que es, realmente, por lo que alguna vez será recordada en la historia.

Sucedió el martes 14 de junio en Santo Domingo, República Dominicana, cuando la Asamblea General de la OEA que, a pedido del Secretario General Almagro, no incluía en su agenda el tema de “la crisis venezolana, Maduro, el diálogo y el Referendo Revocatorio”, giró desde el primer momento hacia la tragedia nacional y la rendición de cuentas que la mayoría de los cancilleres le pidió a su principal autor: Nicolás Maduro.

De todas maneras, no pienso que la representación madurista en la Asamblea General fuera tomada por sorpresa, pero sí que jamás imaginó que la mayoría de los gobiernos representados en el evento estuviera de acuerdo en volcarse a escuchar un debate más amplio y profundo sobre la crisis venezolana, que era, por cierto, objeto de un informe que el Secretario General presentaría en una reunión del Consejo Permanente convocado para el próximo 23 de junio.

Desde la “sorpresa” que le deparó la Asamblea General, el régimen de Maduro diseñó unaestrategia basada en la mentira, la disuación y el miedo –vieja receta stalinista y castrista-, y que, como punto principal, intenta transformar las derrotas en victorias, mientras gana tiempo para escapar de los efectos de la reunión del Consejo Permanente del día 23 y de los resultados de un Referendo Revocatorio  convocado por la oposición este mismo año y que le sería adverso en un 80 por ciento, según encuestadoras independientes.

Para estos efectos, Maduro ha inventado “un diálogo”, de su puño y letra, y sin consultar con la otra parte, la oposición, nombrándose unos intermediarios que son agentes, amigos y socios del dictador, y que jamás actuarían de buena fe, pues sus opiniones ya están compradas.

Basta mirar que su director o rector es el Secretario General de Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), Ernesto Samper, promovido al cargo por Maduro, su principal financista y a quien prestó grandes favores en otro diálogo tramposo con la oposición, el de mediados del 2014 en Caracas.

Con la misma cajita de música del “diálogo” se presentó a la Asamblea General de la OEA en Santo Domingo la canciller Delcy Rodríguez, la cual llevó su cinismo al extremo al proponérselo al Secretario de Estado norteamericano, John Kerry, quien, para sus adentros, debe haberse desternillado de la risa.

No lo recibió así la canciller, la cual lo anunció como “un triunfo de la diplomacia revolucionaria”; ni Maduro, quien a los minutos comentó desde Caracas: “Me dijeron que Kerry nos pidió un diálogo y yo respondí inmediatamente: Aprobado”.

Todo el mundo sabe, sin embargo -y mucho más el jefe de la diplomacia norteamericana-, que el “diálogo” no tendrá lugar, porque Maduro solo los usa para ganar tiempo y convencer a sus aliados blandos, o semi-blandos, que como hay “diálogos” con sus presuntos enemigos, no son necesarios ni la aplicación de la Carta Democrática, ni el Referendo Revocatorio.

No sería, de todas maneras, la última trampa en instrumentar en la OEA el auténtico jefe de la diplomacia venezolana, el canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla. Ya para terminar la asamblea, su amanuense venezolana, Delcy Rodriguez, salió a proponer una resolución para que el organismo evaluara la gestión de Almagro, pero fue derrotada, abrumadoramente, pues de un total de 33 delegados, solo obtuvo tres votos.

Pero el pánico de Maduro, y sus compinches, ante los resultados adversos que podrían esperarlo en la reunión del Consejo Permanente convocada para el 23 de junio es persistente y ya inventaron otra maniobra distraccionista, otra estratagema o trampajaula, como lo es promover una reunión del mismo organismo para el día 21 de junio que deberá evaluar la iniciativa llevada a cabo por Maduro para un presunto diálogo con la oposición venezolana.

Pero se sabe que este dialogo no existe, porque Maduro lo convocó a su imagen y semejanza, con unos auspiciadores -los expresidentes Rodríguez Zapatero de España, Leonel Fernández de República Dominicana y Martín Torrijos de Panamá- que son en su totalidad todos socios de Maduro en ideas políticas, partidistas y comerciales y que jamás harán nada contra de los intereses de su patrón y mentor.

De modo que la opinión del Consejo Permanente sobre el diálogo, prácticamente, no pasará de las buenas intenciones protocolares porque, en  lo concreto, no tendrá materia de qué ocuparse.

Por tanto, derrota tras derrota, la dictadura madurista queda por primera vez en evidencia incluso después de que el catrochavismo invirtiera cientos de miles de millones de dólares en votos que se traducían en respaldo o neutralidad en la OEA, para poder avanzar imponiéndo su dictadura a los venezolanos y exportarla por el continente en un aquelarre turístico-ideológico, del cual, después de lo ocurrido en la Asambla General, solo quedan mamotretos como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), la Unasur y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), que acompañarán a la tumba a Maduro y su pandilla.

Esto es prueba irrefutable de que no es solo el castrochavismo el que se precipita a la ruina, sino también el modelo o proyecto que se llamó el Socialismo del Siglo XXI, con el cual se quiso resucitar el comunismo stalinista que había quedado enterrado bajo los escombros del Muro de Berlin y la caída del Imperio Soviético.

El régimen se ve ahora enfrentado con la OEA y su Secretario General, Luís Almagro, en otra demostración de que la democracia y la libertad siempre vencen, no importa cuales sean los recursos y el tiempo de que dispongan sus enemigos.

Ejemplo de estas divisiones es la Unasur, que preside Ernesto Samper: una institución pseudo-multilateral que solo se activa cuando su financista, Maduro, está en dificultades y se presta a patrocinar un supuesto diálogo que solo sirve para que Maduro no rinda cuentas ante el pueblo de Venezuela y el resto de países democráticos de la región.

No es más que una nave a la deriva encallada en un océano de engañifas, corruptelas y conexiones con la delincuencia organizada, puesto que uno de sus miembros, el presidente Buterse de Surinan, estuvo preso por narcotráfico, y el mismo Samper, es el hombre del “Proceso 8000” ¿se acuerdan?

Manuel Malaver

PanamPost

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