PACTO POR UNA NUEVA TIRANÍA

El día 2 de diciembre de 2012, en el solemne ambiente del Castillo de Chapultepec, fue firmado el “Pacto por México”, con gran redoble de bombos y platillos, y de prensa. Gracias a Dios esa alianza pasa ahora por dificultades, a causa de múltiples desacuerdos, de los signatarios entre sí, y entre ellos y otros sectores de peso en la vida mexicana.

Pero hay que leer el texto, ejemplo claro y típico de contubernio entre derecha mala e izquierda blanda, para imponer la tiranía de la “política correcta” o posmodernista, que se ofrece en América latina como “el mal menor” ante la izquierda dura, la del Foro de Sao Paulo.

Suscribieron aquel extenso y farragoso documento el Presidente Peña Nieto, y los tres jefazos supremos de su partido el PRI, del PRD (izquierda blanda), y del PAN (derecha mala). Peña había vencido en julio de ese año a su rival de izquierda dura, López Obrador, quien de inmediato dijo y sigue diciendo que el Pacto es “Neo liberal y derechista”, continuista y privatizador.

Pero no es “privatizador”, todo lo contrario, en su “Visión” introductoria dice que “fortalecer al Estado” es el principal de sus “ejes rectores”, lo cual confirma ampliamente su parte dispositiva, detallada en 5 series de “Acuerdos” y 95 “Compromisos”, que le dan más funciones, más poderes y más dinero al “ogro filantrópico” (Octavio Paz). 15 veces se repite la expresión “se creará”; porque se crean al menos 15 nuevas burocracias. El Estado es primeramente “dios creador”, porque imita al Dios verdadero, cuyo lugar pretende ocupar.

(1) En lo político el Pacto es rotundamente anti- Gobierno limitado. Pero además es antidemocrático: bajo el pretexto de “gobernabilidad”, la serie No. 5 “crea” una tiranía tripartita, de los tres partidos, petrificando todas sus “políticas de Estado” como artículos de un Dogma sagrado y fijo, más allá de la discusión y revisión. Es lo contrario a la Democracia representativa: el examen, discusión y selección entre alternativas de políticas públicas por partidos con visiones diferentes, distintas y opuestas entre sí, para reemplazar las que no sirven por las que sirven.

En consecuencia, se refuerzan los dos tipos de lazos de los partidos con el Estado, la zanahoria y el garrote: los partidos del “sistema” reciben fondos, privilegios y ventajas del Estado, si aceptan sus órdenes en los temas ideológicos y programáticos, y en los estatutarios. Así, los partidos ya no son instrumentos de la sociedad civil para cambiar políticas; son brazos del Estado posmodernista.

En seguridad y justicia, la serie No. 3 violenta el federalismo que el Pacto proclama de palabra, fijando códigos uniformes para todo el país. Para colmo, con ideas fracasadas como la de “reinserción del delincuente” como fin principal de la pena en lugar de la restitución a la víctima (que en otra parte dicen considerar, ¡otra contradicción!); o ideas harto discutibles, como los juicios orales. Y como siempre, el mantra del Estado “creador de empleo para los jóvenes”.

¿Y la corrupción? Lejos de disminuir el tamaño y el peso del Estado, y su injerencia en los negocios privados, el remedio verdadero, la serie No. 4 reitera las ideas burocráticas de siempre.

(2) En lo económico el Pacto es rotundamente anti-libre mercado. La serie No. 2 insiste en el camino fracasado de leyes e inquisiciones “anti-monopolio”: ven un “monopolio” en toda empresa grande, y no en la que recibe favores y privilegios del Estado. Destaca aquí el sector telecomunicaciones. Por esta vía castigan a las empresas competitivas, y alientan a las ineficientes a ganar más beneficios y más protecciones estatales, a cambio de cumplir con las prescripciones políticamente correctas.

¿Cuáles prescripciones? Las de las principales Agendas posmodernistas: feminismo, indigenismo, ambientalismo, y “responsabilidad social empresarial”; o sea: crear empleos artificiales y vender a precios artificiales.

No falta el Estado “promotor de la ciencia y la tecnología” e impulsor de los “créditos baratos. Pemex sigue siendo estatal; y la minería cada vez más férreamente sometida al Estado.

Pero hay una nota cómica: “transformar el campo en una actividad más productiva”, como si se pudiese lograr actuando el Estado en contra de las leyes científicas de la Economía.

(3) Por fin, en lo social el Pacto es rotundamente anti-privatizador. La serie No. 1 de Acuerdos son “para una sociedad de derechos y libertades”. ¡Eufemismos de la Neo lengua! Porque si los “derechos” se entienden como serie interminable de bienes y servicios en educación, atención médica y previsión social, exigibles como “garantías” a ser prestadas por el Estado, o bajo la tiranía del Estado, tal como en este caso, entonces las libertades quedan suprimidas o severamente recortadas.

Es muy preocupante este Pacto, porque es muy completo y específico en su perversidad, con apariencia muy “técnica” y “consensuada”. Podría ser modelo a otras alianzas de este mismo tipo social-mercantilista en América latina, con el fin de instrumentar operacionalmente la “Agenda 2030” de la ONU, cuya crítica hice en mi artículo de la semana pasada.

¿No me cree? ¿Piensa que estoy exagerando? Hagamos un ejercicio: imprima este artículo. Busque en Internet el texto del “Pacto por México”, y léalo a la luz de lo que le acabo de explicar.

Sugerencia: léalo del final al principio, como lo he tratado aquí, en orden inverso al que sus autores quieren que leamos. Los asesores en “Publicidad y Relaciones Públicas” (manipular la opinión pública), saben que casi nadie lee enteros estos textos; la mayoría no entiende, se aburre y deja antes de la mitad, esperando a ver qué dice su periodista favorito (¿Aristegui?). Por eso estos “expertos” les aconsejan a sus patrones mandar a sus escribas a dejar las atrocidades más enormes para el final.

¡No hay de qué!

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