EL ESTADO SE BENEFICIA DEL CRIMEN

Durante los últimos ocho años –de 2008 a 2015-  he investigado temas repulsivos tales como la trata de personas, la inmigración ilegal en países en desarrollo, la prostitución y mucho más. Esto fue posible a través de la recopilación de material para mi próximo libro “Carne” que será publicado el año próximo. El título del libro es una referencia a una película con el mismo nombre, protagonizada por Isabel Sarli y producida por ese prominente argentino Armando Bo. Al principio pensé en escribir una serie de artículos sobre estos temas, pero a medida que el material acumulado y mi entendimiento fueron profundizándose, me fui inclinando hacia la decisión de escribir este libro.

Lo que finalmente me llevó a escribir el libro y no los artículos fue lo siguiente: ningún país de los que he visitado o investigado ha sido capaz de resolver esos problemas. El mundo criminal de la trata de personas, el tráfico de drogas, la industria adulta y la inmigración ilegal sigue siendo un gran problema ahora como siempre lo ha sido. He aquí por qué.

Si la prostitución y la industria adulta están prohibidas, ya sea por la criminalización de las mujeres o de sus clientes (como en los países islámicos, e incluso en algunos europeos) un enorme mercado negro surge inevitablemente. Dicho mercado negro alimenta a los proxenetas, a los burócratas locales y a la policía; todas estas “buenas personas” crean una red de negocios criminal y corrupta a la sombra del estado, pero al mismo tiempo están vinculados a él. En los países islámicos hay problemas adicionales como la legalidad del comercio de esclavos (ejemplo en ISIS), o la “normalidad” en la violación de las mujeres inmigrantes ilegales en Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos. Esto es el resultado de negar a todas estas personas todos y cada uno de sus derechos, comenzando con el derecho a la protección de la policía, y por la interpretación (al estilo nazi) de las leyes sobre violación (una violación es la mayoría de las veces culpa de la víctima que ha “seducido” al violador). Otro factor importante es la posición privilegiada que los hombres tienen con respecto a las mujeres: los primeros son considerados el doble de valiosos por la ley y los tribunales, aun cuando la mujer en cuestión es una ciudadana de la tierra. En el caso de una inmigrante de Indonesia, por ejemplo, ella no tiene ninguna importancia y absolutamente ningún peso en ningún procedimiento. En la tierra donde una mujer vale la mitad que un hombre, una mujer extranjera no vale nada.

Si, por el contrario, la prostitución está descriminalizada, como en Ucrania, la situación, por desgracia, no es mucho mejor. Las chicas, en lugar de ser perseguidas por el estado, son acosadas por la policía; formalmente esto se hace en privado, pero en realidad el Estado siempre respalda a sus fuerzas de seguridad. En los países donde la industria relacionada con el sexo es aparentemente legal, el mercado negro sirve a las mujeres inmigrantes ilegales y a las que quieren ganar dinero de esa manera, pero sin que nadie sepa sobre su profesión. Peor aún, este sector de la economía sumergida rápidamente se enreda con los otros sectores, como el tráfico de drogas, la inmigración ilegal e incluso el contrabando de animales exóticos. (Me he encontrado con esto último varias veces y puedo dar fe de su importancia marginal). El resultado es una vasta y rápidamente creciente estructura en la sombra que es controlada por los mismos burócratas, pero por abajo de la mesa. Las mujeres que optan por trabajar en la industria adulta aparentemente legal, muy frecuentemente terminan dependiendo de los mismos proxenetas, excepto que éstos ahora se hacen llamar “sindicatos de trabajadores sexuales”. Estos sindicatos están constantemente en guerra entre ellos y también internamente; cualquiera que se oponga a ellos pone en peligro su vida, como por ejemplo, el asesinato de Sandra Cabrera en Rosario, Argentina. La policía allí estaba tratando de hacerse cargo del sindicato de prostitutas con el fin de obligarlas a una semi-esclavitud, negándoles pagos y exigiéndoles “servicios” a entre 30 y 40 clientes por día. Empleaban varios métodos, desde la confiscación de sus documentos a amenazas y palizas. Sandra Cabrera trató de oponerse a ellos recurriendo a los medios de comunicación y al sistema legal, hasta que finalmente recibió un disparo en plena luz del día.

Bueno, de todos modos, de lo que me he dado cuenta finalmente es que la principal razón del floreciente éxito de la trata de personas y de los sufrimientos y los peligros de la inmigración ilegal; y que la razón por la cual las mujeres (incluso adolescentes) se ven forzadas a ejercer la prostitución y la industria porno, es, simplemente, el estado.

Fue prácticamente en los comienzos de la civilización, cuando se formaron las antiguas naciones/estados y apareció la noción de “religión de estado”, que la prostitución como la conocemos (una de las formas de vender el cuerpo de uno) se convirtió en lo que es ahora. Se puede suponer que antes de que estos estados comenzaran a aparecer, la prostitución como tal no se conocía, ya que los tabúes sexuales y costumbres eran locales y no estaban formalizados, por lo que no podían servir de herramienta para gobernar naciones enteras. La llamada “prostitución cívica”, que en realidad no era más que un remanente de la sociedad poliándrica matriarcal, puede parecer tan extraña para nosotros ahora como, por ejemplo la “prostitución para huéspedes” (en la que el anfitrión ofrece las mujeres de su hogar a sus huéspedes para servicios sexuales). Estas, sin embargo, eran mucho menos omni-abarcadoras y no tan universales como la prostitución comercial o sacra que podía (y, de hecho, pudo) aparecer sólo con el fortalecimiento y la totalización del estado. Un estado creciente en los tiempos antiguos tenía este factor común con los estados autoritarios y totalitarios modernos: no veía a su gente, a sus ciudadanos, como hombres y mujeres libres, los prefería quebrados y controlados; y utilizaba entonces, al igual que ahora, a la burocracia política y a la religiosa para controlarlos.

Consideremos ahora la afirmación de que la prostitución forma parte de una sociedad capitalista, y que sólo en dicha sociedad pueden crecer la industria adulta y los mercados criminales. Esto es lo que yo llamaría una “verdad ilusoria”, provocada por una comprensión superficial y muy poco profunda del papel del estado, del funcionamiento del mercado y de los procesos que tienen lugar durante el período de transición de una economía planificada (socialista) a una economía basada en el mercado (capitalista).

Analizando los motivos de quejas contra el proceso de privatización en los países post-comunistas, Simeon Djankov dice en su “Gran Renacimiento”: “los líderes de las bandas que se habían enriquecido con la prostitución, el tráfico de drogas, el tráfico de armas, el robo de automóviles y la protección extorsiva se hicieron ricos y “legales” mediante el lavado de dinero a través de la privatización “*. De hecho, es la corrupción de los estados socialistas y el dominio de la policía secreta (cuyo negocio paralelo era organizar y tomar el control de la comunidad criminal, que incluye -pero no se limita- a las drogas y la trata de personas) lo que hizo que lo anterior sea posible. A un ciudadano normal, sin embargo, le sería difícil ver esto porque es más probable que use su corazón, no su cerebro, para anhelar con nostalgia los “buenos viejos tiempos”, y culpar a la economía libre que sustituyó su preciosa “estabilidad”.

En la prostitución, la situación es bastante similar. Con la caída de la Unión Soviética muchas mujeres rusas fueron arrastradas a esta profesión, lo cual creó una especie de asociación cognitiva errónea entre dos nociones: el crecimiento de la prostitución y la liberación de la economía. Sin embargo, décadas antes de que eso sucediera, Ludwig von Mises escribió lo siguiente: “La prostitución es, posiblemente, uno de los más antiguos artilugios humanos. Por lo tanto, no sería erróneo sugerir que es el legado de una era oscura y tribal, más que un producto de una era iluminada. (…) La economía de propiedad privada no tiene nada que ver con este fenómeno. (…) Los temas relacionados con el sexo están arraigados en la superstición. Por lo tanto, cuando  estudiamos la relación, si la hay, entre la prostitución y la propiedad privada, debemos ser muy estrictos en nuestras definiciones y aclararlas al máximo. No se puede analizar algo tan complejo como la sociedad o la economía en términos de algún paraíso perdido, de fantasmas o de ilusiones “**.

La puritana cultura totalitaria controlada por el estado empezó a desmoronarse incluso antes de la caída de la URSS. Los productores de cine, los periodistas y los escritores gradualmente dejaron de glorificar el sistema y de ensalzar sus éxitos; y algunas verdades crudas acerca de la prostitución, las organizaciones informales, los problemas de los jóvenes y de las drogas, comenzaron a filtrarse en la conciencia de las masas. El sistema, que escondió con éxito estas cuestiones detrás del seudo-paraíso del socialismo, ya no era lo suficientemente fuerte para mantener tal situación. En otras palabras, los problemas estaban allí, pero la dura censura soviética no permitía que salieran a la luz. Difícilmente podría pensarse de la URSS como un estado capitalista, y la prostitución como profesión era estrictamente ilegal.  Lo cual no es lo mismo que decir que no existía. Ciertamente existía, y estaba bajo el control total de la policía y la KGB. Cuando en los años 90 el estado quebró, se derrumbó y cayó, la censura y la cortina de hierro desaparecieron y de repente la industria adulta de Rusia fue expuesta abiertamente. Esto generó el error cognitivo que mencioné anteriormente: el culpar a la venida del capitalismo de “forzar” a las mujeres a la prostitución. Para superar este error debemos considerar el fenómeno en su totalidad como un proceso dinámico, no sólo su comportamiento bajo las condiciones económicas actuales. En particular, hay que prestar atención a las condiciones socioculturales en las que las prostitutas actuales crecieron y fueron educadas como niñas y adolescentes, al hecho de que el sistema educativo está unificado y controlado por el estado, a la fuerza con la que la propaganda estatal está arraigada en la tradición, etc.

Siempre que se habla de “forzar” a las mujeres a ejercer la prostitución, si los medios utilizados son físicos (violencia) o indirectos (coerción económica o bloqueo de otras formas de ganarse la vida), el primer sospechoso debe ser siempre el estado.

En primer lugar, el estado es el jugador más fuerte, el más abarcador. A diferencia de las empresas o de las organizaciones privadas, el estado tiene de su lado la totalidad de la autoridad. Todos sus decretos son absolutos, puede imponer su voluntad sobre cualquiera. Puede desmantelar organizaciones y mandar empresarios a la cárcel o fuera del país; mientras que ningún empresario privado u organización independiente puede disolver el gobierno o meterlo en la cárcel.

En segundo lugar puede regular el mercado, creando torpemente desempleo o manipulando sigilosamente la economía de tal manera que no hay otra alternativa para un trabajador honesto que la de ser totalmente dependiente de las dádivas estatales. El resultado es un degenerado arreglo no muy diferente al que actualmente existe en la Argentina o Venezuela, que evoca incluso a la Rusia de principios del milenio: un sistema en el que el dinero recibido por las personas está totalmente desconectado del trabajo que realiza o que no realiza. Esto se logra ya sea a través de algún complicado sistema de bienestar social que simula cuidar a los pobres cuando en realidad lo que permite es que las personas no trabajen, o mediante la creación de empleos falsos lo que simula reducir el desempleo cuando en realidad, nuevamente, lo que permite es que las personas no trabajen.

Por último, cualquier estado, por su propia naturaleza e inclinación, se esfuerza por lograr el monopolio en todas y cada una de las áreas en las que se le permite penetrar. Una de las formas más simples de hacer esto es mediante la nacionalización directa, o de la restricción de toda competencia para entrar en su campo de acción. Una vez que tiene el monopolio del área en cuestión, el estado puede darle forma a su inepto y torpe gusto.

Además de monopolizar el mercado el estado crea diversas estructuras criminales y, a través de ellas, logra mecanismos mucho más eficaces de control que resultan en mayores beneficios. He aquí algunos ejemplos.

Comprar un arma de fuego para uso personal en el siglo XIX era un procedimiento simple y directo en todo el mundo civilizado. (También es interesante destacar que en esa época casi no había asesinos en serie o tiradores furiosos, simplemente porque no es muy recomendable llevar a cabo un ataque de este tipo en una sociedad donde la gente está acostumbrada a andar armada). Hoy en día casi no hay países donde uno puede simplemente entrar en una tienda y comprar un arma. Por otro lado, hay un vasto mercado negro de armas de fuego.

En el siglo XIX y principios del siglo XX uno podía entrar en una farmacia o una droguería y comprar cocaína u opio en el mostrador, también la marihuana estaba difundida y disponible. La histeria de la preocupación por las drogas de la segunda mitad del siglo XX dio lugar a la aparición de un enorme mercado negro del tráfico de drogas, de organizaciones terroristas que se benefician del mismo, de vastas y obviamente ineficientes organizaciones estatales (burócratas, servicios secretos, etc.) que se benefician con su existencia. ¿Cómo es que ocurrió esto?  Para responder a esto hazte a ti mismo la siguiente adivinanza: ¿cómo es que un kilo de heroína cuesta US$ 1.000 en Afganistán, el doble de esa cantidad en la frontera entre Tayikistán y Afganistán, 70 veces esa cantidad en Rusia y US$ 100.000 en Europa occidental? La respuesta a ambas preguntas es simple: la criminalización de la heroína. La heroína no está disponible en el mercado legal, lo cual obliga a las personas que la quieren comprar a pagar cualquier cifra de dinero por una dosis.

Declarar ilegal algo es una gran manera de inflar su precio. Ningún estado u organización patrocinada por el estado dejaría de beneficiarse de ello. Y sólo el estado tiene la capacidad de aprobar leyes que declaran cosas legales o ilegales.

Entonces volvamos a nuestro tema inicial: la prostitución. La prostitución puede ser un negocio muy lucrativo y por lo tanto bastante atractivo para el Estado. Al principio, había sido nacionalizada y fusionada con la religión oficial. Así apareció la prostitución del templo, o sacra, por ejemplo, en la antigua Grecia, la India, etc. Las mujeres eran empleadas por los funcionarios del templo para dar “servicio” a los peregrinos y así aumentar las ganancias del templo. Un porcentaje de estos beneficios iba al estado que de esa forma se enriqueció. Con el avance del cristianismo la religión se volvió cada vez más estricta y unificada; y la prostitución, vilipendiada por el cristianismo, fue prohibida. Esto, fíjense bien, no es en absoluto lo mismo que decir que desapareció. Los beneficios estatales en realidad aumentaron como resultado. Por un lado una vasta red de prostíbulos clandestinos se extendió por toda Europa. Por el otro, las mujeres presas paganas fueron forzadas a la esclavitud sexual. La burocracia estatal y la policía crecieron y se enriquecieron con los sobornos.

El tiempo pasó y en nuestra moderna y humanitaria era otros métodos menos conspicuos son requeridos. El estado cambió sus métodos y reemplazó su hostilidad manifiesta por un más sutil disgusto. Una prostituta ya no es considerada sub humana, eso no. Sin embargo ella es considerada incorrecta. La cuestión entera es discutida, pero muy raramente y de mala gana. Como resultado, nada realmente ha cambiado: la prostitución en su conjunto se mantiene bajo un control indirecto de las autoridades, y nadie quiere tocar el tema ni con un palo de 5 metros.

Cuando llegué a este punto en mi análisis, me di cuenta de otra cosa. La industria para adultos seguirá siendo un problema durante el tiempo en que el estado exista, e intente controlar la economía y, lo más importante, la mente humana. Puede cambiar sus tácticas, pero el objetivo sigue siendo el mismo: el estrangulamiento del mercado libre y la construcción de sus propios monopolios. Asimismo, seguirá marginando a distintas clases o estratos de la sociedad: ya sea que éstos se llamen “los enemigos de clase”, “la burguesía”, “judíos”, “infieles”, “las mujeres caídas” o lo que sea, la existencia misma del estado exige la existencia de guetos interiores contra los cuales la población como conjunto pueda movilizarse. Y va a utilizar este proceso una y otra vez para convencer a sus ciudadanos de la absoluta necesidad de un control total del estado sobre tantos aspectos de la vida como sea posible.

* “The Great Rebirth: Lessons from the Victory of Captialism over Communism”; Institute for International Economics,U.S. (October 29, 2014)

** “Individo, mercato e Stao di diritto”; Dario Antiseri, Massimo Baldini eds., Rubbettino. 1998

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